Foto de arriba. Recuerdo aquel patio de suelo embaldosado grisáceo y alisado del cual era imposible contener la caída. Y aquellos muros altos de cemento que más de una vez veían pasar sobre ellos distintos balones de diversos colores y tonos. Balones que emigraban a lugares más tranquilos y que tras un intenso pitido volvían de su viaje empujados por algún transeúnte.
Y en las bases de aquellos muros, algunos comían, ensimismados en aquellos balones de cuero o viendo pasar aquella ave matinera.

FOTO ARRIBA (AMPLIABLE): Podemos observar que las fuentes son anteriores a las de los setenta. El resto, mantiene la misma estructura que en esa década.

FOTO ARRIBA: Cuando la lluvia nos deleitaba dejaba el suelo muy resbaladizo hacienco casi imposible la práctica de cualquier deporte. Aun así, siempre habian valientes que desafiaban las inclemencias.

FOTO ARRIBA: Una de las cosas que más caracter marcaba este patio eran aquellas paredes granulosas y ocres.

FOTO ARRIBA: Recuerdo ver a chicos de 1º entre estos pilares, apoyados. Un dia me enteré que es que sus respectivos tutores los castigabana salir fuera del aula. Una alegría ser castigado: con un buen solecico matinal y unos buenos partidos gratuitos.

Comentarios: 8
  • #8

    cronovisor (martes, 16 mayo 2017 00:56)

    las fotos en blanco y negro pertenecen a los años 60 (todavía se jugaba al hockey y se puede ver que hay un tejadillo a doble agua por lo que los patios de arriba todavía no se habían habilitado).
    Las fotos en color pertenecen al año 1983, cuando se celebró el 75 aniversario del Colegio y la misa del Patio Sur.
    El patio Sur nos parecia inmenso a los niños y muy peculiar: sin nadie en él infundia un respeto casi místico y era muy extraño ver un patio tan grande abierto en pleno centro urbano (lo cual sería hoy impensable).

  • #7

    anónimo (jueves, 26 marzo 2015 23:49)

    Recuerdo el murmullo de las hojas de los árboles del patio sur que sólo se escuchaba cuando ya sólo quedábamos unos cuantos y también cuando, en el otoño y el invierno, las luces del patio se apagaban repentinamente y se acababa el partido, dejándonos a oscuras. Es entonces cuando te acordabas que debías volver a casa para dar comienzo a las tareas escolares y el estudio hasta la hora de la cena, mientras que la única luz que te guiaba a la salida era la de los vestuarios del gimnasio, que iluminaban levemente el patio sur, mientras que en el patio norte seguía puesta la luz para los alumnos que se apuntaban a las actividades deportivas tales como mini-basket, balonmano, etc.

  • #6

    Anónimo (miércoles, 25 marzo 2015 14:13)

    No se creo que estarías empastillado ese día. Yo la verdad que esa visión del patio nunca la tuve, a no ser que aquel día fueras al cole enamorao de alguna piva de fin de semana.

  • #5

    F.Serna (domingo, 22 marzo 2015 12:43)

    ¿Y os acordais cuando abrian el patio sur despues de comer y uno de los juegos habituales era de mamporrearse con un balon, calentandonos a cañonazos?
    Me encantaba aquel momento (tiempo entre despues de la comida y las clases de la tarde). Ese momento era único, lleno de encanto. Un sol de invierno, muy agradable acompañado de un fresco que te invitaba a disfrutar mas de esos rayos tibios. Una vez, recuerdo, me senté en uno de los bancos pétreos de aquel patio, debajo de uno de esos árboles llenos de semillas gruesas y rugosas, y se me puso la piel de gallina al notar como la brisa movia aquellas ramas haciendo un ligero murmullo. Las hojas iluminadas por aquellos tibios rayos de sol, acompañados de esa fresca brisa levantina, la cual mecia, suavemente, aquellas gruesas ramas. A veces, cuando aun no habian llegado los que comían en casa, podías escuchar aquel susurro que te estremecia y te llenaba de gozo.

  • #4

    J.C. (martes, 17 marzo 2015 13:33)

    También recuerdo cuando la pelota saltaba a la calle por un lamentado chupinazo _"¡JOOOOO!". Si era durante el recreo de la comida, no se podía salir a la calle, así que los pequeños futbolistas se congregaban en torno al punto en que el balón les había dejado y comenzaban a corear: ¡PELOTA, PELOTA…!, con la esperanza de que un buen ciudadano que pasara por allí comprendiera el mensaje, se diera cuenta de que había una pelota entre los coches aparcados y la lanzara de nuevo dentro del recinto colegial. Cuando esto sucedía, todos le daban las gracias al desconocido benefactor con un ¡BIEEEEEEEEN!. Sin embargo, otras veces la pelota no llegaba a salir sino que quedaba colgaba en el muro, porque en su parte superior tenía unos agujeros alargados en los que era fácil que se posicionara en equilibrio, por la poca potencia del chut que allí la había conducido. En ese caso había que conseguir que por fin cayera a la calle, y esto podía realizarse tirándole pequeños objetos, pero lo mejor era utilizar un segundo balón para golpear suavemente el primero, de modo que el balón utilizado cayera al patio pero el colgado lo hiciera al exterior, para pasar entonces a la segunda fase de esperar la ayuda de un transeúnte. Esta carambola no era tan difícil como puede parecer, pero era arriesgada, porque a veces se colgaban ambas pelotas o bien caían las dos afuera.

    Los troncos de los árboles eran ideales para un patio de colegio porque eran muy difíciles de subir por su textura lisa. De lo contrario hubieran sido muchos los casos en que los profesores se hubieran encontrado las ramas de los árboles pobladas de pequeños monos con baby, y hasta caminando sobre el muro que limitaba el patio. Hay que destacar que la zona de árboles estaba recorrida por una línea de bancos de construcción, de 5 o 6 metros de largos y separados unos de otros por los contrafuertes de la pared. En esos bancos se sentaban los niños más pacíficos, más habladores y menos deportistas; también el profesor o hermano de turno que cuidaba el patio, como tantas veces lo hizo el Hno. Inocencio ("el Indio" por su tez coloradita y gesto adusto), D. Marcelino, el Hno Antonio en sus primeros años de estar en el colegio (apodado "el Vampus", por su rostro delgado y pálido, refiriéndose al protagonista de un conocido comic de terror de la época), etc.

    El olor del patio era bastante concreto, debido a unos pequeños frutos de los árboles que llenaban la base de los mismos. Contaba con las dos porterías grandes de fútbol, pero también en sus extremos dos campos de baloncesto transversales, es decir cuatro canastas de un solo pie. También había un par de canastas de minibasket con soportes color verde y movibles con unas ruedas.

    A la izquierda, según se mira hacia el edificio del colegio, primero hubo unos retretes, al igual que en otro extremo, y un aula, pero luego se construyó allí el "dojo" del Judo, a través de cuyas ventanas, además de oler a pies, se veía el verde tatami, una foto en la pared de Jigoro Kano -el fundador de este deporte-, alguna leyenda en japonés, y creo recordar que alguna vez hubo colgado un nunchaku. Cuando había clase, se podía ver a los niños enfundados en sus kimonos blancos, en donde destacaban los colores de los cinturones: blancos, amarillos, naranjas, o verdes como mucho… Ah, y aquel invento de los mixtos: blanco-amarillo, amarillo-naranja, naranja-verde, etc.

    Había dos puertas que comunicaban con las escaleras para subir a los pisos de las clases. La del lado izquierdo daba también al bar, a un cuartucho-almacén y al aula de 2ª C de EGB, en tiempos.

  • #3

    J.C. (lunes, 16 marzo 2015 12:49)

    Las fuentes, primero eran tres o cuatro en cada lado, con pie individual todas ellas, y luego las cambiaron por un banco de construcción en el que había varios surtidores. Tapando uno se lograba que el chorrito de agua saliera más alto en el otro. Lo malo era cuando el surtidor que había que tapar no era el contiguo y no se llegaba con la mano; en ese caso tenía que ayudarte alguien, o bien alargar la pierna y taponarlo con el lateral de la suela del zapato… no era difícil pero era todo un cuadro ver a alguien beber agua así. En esa misma pared, se jugaba con las populares canicas, a ver cuál quedaba más cerca el muro o más cerca de la de un compañero, y entonces se la ganabas. Costaban muy poco dinero y se compraban en MAGESBI, como tantas otras cosas, proveedor oficial de todos los niños del colegio, con sus muñequitos con paracaídas de tela, pipas, quicos, y decenas de juguetitos más.

    Las porterías, negras, sin red, más altas que las de futbito, por lo que había que ser muy buen portero para parar balones allí. Tirarse significaba caer en el duro suelo, pero se hacía, la elasticidad y resiliencia del cuerpo infantil daba para ello. En la esquina del patio, a la derecha de la portería, había una especie de foso que daba a una gran puerta destinada a que entraran camiones cuando había obras. Esa era una zona que, por su desnivel, no pisaban los futbolistas de los partidos, así que era propia para otro tipo de juegos, y para conversar, para imaginar… y también hacía las veces de paredón de fusilamiento, pues uno de los juegos era "fusilar" a pelotazos. Unos se ponían contra la pared y otros chutaban fuerte el balón contra ellos, el cual a veces les daba y otras chocaba contra la puerta en un estruendo que atemorizaba más. Esto podía ser en plan juego o bien para vengarse de alguien.

    El suelo estaba lleno escupitajos y cáscaras de pipas, había que sortear esos pequeños lagos de saliva, o bien olvidarse de ellos sin importar que quedaran adheridos a la suela. Cuando en el transcurso de un partido improvisado, te caías, el baby o la ropa quedaban manchados con el pegajoso material.

    En los árboles crecían unas bolitas de semillas que llamábamos "pica-pica", porque se les arrancaba fácilmente los pelitos internos de color naranja y, en plan de broma se deslizaban por el cuello de un incauto, entre la espalda y la ropa, lo cual era una sensación desagradable que obligaba a quitarse la ropa para retirar todo el pica-pica. Estas son unas fotografías de aquellas bolas, y de las hojas de los arboles, que algún profesor dijo que eran madroños pero me parece que eran "plataneros de sombra", también llamados plataneros orientales":

    http://oi58.tinypic.com/23sutcx.jpg
    http://oi59.tinypic.com/4i0z2d.jpg
    http://oi58.tinypic.com/28cik5i.jpg

  • #2

    J.C. (lunes, 16 marzo 2015 12:48)

    El Patio Sur, en los recreos de la mañana; el Patio Sur al salir y entrar de clase; el Patio Sur en los entrenamientos o partidos después de las clases de la tarde, el Patio Sur en los recreos largos "de la comida" de los que éramos mediopensionistas… Sobre todo por esto último es por lo que este patio me sabe a tiempo para gastar, a sol de la tarde, a paso lento y cadencioso de la vida.

    Recuerdo el Patio Sur de cuando iba a Primero de EGB, y a José Alberto Valverde, profesor de Judo, haciendo botar una bola elástica (de moda entonces) que le habían ofrecido como reto, y cuyo bote llegó a igualar la altura del edificio. También, recuerdo cómo unos chicos mayores jugaban a "torturar" (decían) a otro de ellos, encerrándole en el retrete central, mientras los demás le tiraban pequeños objetos por arriba desde los retretes laterales y desde la zona común. Yo pensé: ¡uf, no me gustaría estar ahí…! Eran, como los de todo el colegio, retretes a la japonesa, en los que había que ponerse en cuclillas sobre dos plataformas con la silueta de un zapato, y detrás un agujero negro que se tragaba todo. La verdad -y los listísimos japoneses saben de esto- es que pese a la incomodidad aparente, la función se realizaba muchísimo más satisfactoriamente; confesemos que nunca hemos vuelto a ir al aseo con tanta facilidad fisiológica ¿o no?... Entre ese primitivismo técnico y entre las puertas desvencijadas, despintadas y erosionadas, parecían servicios realmente tercermundistas.

    La escalera que daba a la calle era amplia y con unas barandillas anchísimas que servían para tirarse en tobogán. Se podría decir aquello de "no fuiste al Maristas antiguo si no te tiraste en tobogán por esas barandillas".

    El portal de entrada al bar -y el gemelo del otro extremo- se cerraban con una persiana metálica durante los recreos de la comida, dando aspecto de patio de cárcel, como nos gustaba comentar exagerando la situación.

    El gran balcón del primer piso era receptáculo seguro para cualquier pelota que se preciara de serlo, pues antes o después todas acababan allí en un chut desafortunado. Entonces, estaban los atléticos chicos mayores, que trepaban por las rejas de las ventanas hasta meterse en la terraza y recuperar la pelota lanzándola de nuevo a los compañeros, os cuales aplaudían el rescate. Naturalmente estaba prohibido y había que realizar la hazaña mientras no miraba el profesor, si lo había, aunque muchas veces éste daba permiso al intrépido rescatador si le veía con pericia _"Venga, pero rápido y ten cuidado". El paso más difícil era el de subir desde la última altura de la ventana hasta la barandilla del primer piso, porque había que mantener una mano en la reja y otra en la base metálica de dicha barandilla, extendiendo ambos brazos en toda su envergadura, y para esa extensión no daba de sí el cuerpo de un niño de cualquier edad. Yo nunca llegué a subir, aunque lo tenía como un reto que algún día quería conseguir.

  • #1

    J.S. (miércoles, 04 diciembre 2013 17:57)

    Me acuerdo de aquel suelo de baldosas que resbalaban un montón.
    Hay alguien de este sitio que me pueda informar sobre el hermano Antón fallecido. ¿Cómo fue? ¿De que falleció?